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Después de operar pacientes con y , observamos que en casi todos los casos conseguíamos solucionar el problema de la diabetes, o al menos mejorábamos la acción de los fármacos y de la insulina, de tal modo que el paciente controlaba mejor los niveles de azúcar.
También observamos que mejoraban la hipertensión arterial, el síndrome de apnea del sueño, los problemas con el colesterol y los triglicéridos, es decir, mejoraba lo que denominamos el “”, hoy en día tan en boga debido a su relación con la mortalidad prematura cardiovascular.
Este excelente resultado era mejor cuanto más agresiva era la cirugía desde el punto de vista metabólico. Analizamos los resultados y empezamos a desarrollar con más grupos de cirugía la posibilidad de tratar a los enfermos sin obesidad mórbida y con diabetes mellitus que cumplían algunos requisitos.
A partir de una pérdida del 10% del exceso de peso se reducen los niveles de azúcar en sangre y las cifras de tensión arterial. Sabiendo todo esto, realizamos cirugía “metabólica” a pacientes con índices de masa corporal () menor de 35 y diabetes mellitus, y obtuvimos los siguientes porcentajes:
Ajustándonos a unos criterios “flexibles”, los mejores resultados los conseguiríamos con cirugías más agresivas, y el paciente mejoraría una enfermedad “silenciosa” pero que hace mucho daño a medio y largo plazo, como las enfermedades del riñón, de los ojos y de los vasos sanguíneos y el corazón.
Sólo el que sufre una Diabetes sabe el daño que esta produce y lo difícil que es controlar esta enfermedad a pesar de la vigilancia estrecha por parte del paciente y su médico.