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La que se realiza de forma que el daño a las estructuras corporales es el menor posible, realizando pequeñas incisiones en la pared con las ventajas que esto conlleva. Utilizamos en el abdomen un gas, el anhídrido carbónico, que nos permite distenderlo y poder operar.
Al destruir menos estructuras, disminuimos el dolor, mejoramos la movilidad en el período postoperatorio, existe mayor confort, y con ello conseguimos que el paciente se recupere antes. Además, disminuimos las “adherencias” o “pegaduras” que se producen después de la cirugía abierta. Con ello evitamos los efectos secundarios en el futuro.
Hoy prácticamente sí. A pesar de que existen pacientes ya operados en los que la dificultad es mayor, en muy pocos casos no se puede hacer. Hay algunas circunstancias que nos obligan a “abrir como siempre” durante la intervención (intolerancia del paciente al gas..) pero es muy raro.
Hoy, casi toda. Lo que ocurre es que la cirugía de la vesícula biliar, de la hernia de hiato, de la pared abdominal, del colon, del estómago son más frecuentes, y estas sí, en manos de expertos casi siempre son por laparoscopia. Aunque cada caso debe ser analizado de forma individual.
Fuimos pioneros en España en hacerla así. Los resultados con nuestra experiencia son realmente buenos, y es muy, muy raro, que hoy al paciente obeso que vamos a operar no se lo hagamos por “laparoscopia”.